miércoles, 28 de noviembre de 2012

el agujero negro


La bomba atómica



Los Inventos mas destacados de Albert Einstein 

Einstein, fue un teorico, La bomba atomica, la bomba de Neutrones, son solo algunas aplicaciones de sus teorias, que fueron llevadas a la practica por un gran equipo de cientificos al mando de ROBERT OPPENHEIMER, su equipo fue:
* Robert Oppenheimer: Director del proyecto, se opuso al uso militar de la energía nuclear una vez terminada la guerra.
* Edward Teller: Uno de los muchos judíos huidos del régimen nazi. Uno de los más fervientes defensores del programa armamentístico nuclear estadounidense.
* Hans Bethe: Importante teórico del proyecto, director de la división técnica.
* Enrico Fermi: Huido de su Italia natal, fue el creador de la primera pila atómica en la Universidad de Chicago.
* Richard Feynman: Responsable de la división teórica y de los cálculos por ordenador (computadora). En su biografía cuenta numerosas anécdotas sobre su etapa en el Proyecto Manhattan y su sentimiento de culpabilidad al explotar la primera bomba.
* John von Neumann:Experto en materia de explosivos, entre otras habilidades, le fue encomendada la misión de ayudar en el diseño de explosivos de contato para la compresión del núcleo de plutonio del dispositivo Trinity test y la bomba Fat Man caída en Nagasaki. También fue el encargado de calcular a qué altura debían explotar las bombas antes de tocar el suelo para que su efecto fuera más devastador. Así mismo también estuvo en el comité encargado para seleccionar objetivos potenciales japoneses (ciudades), donde hacer caer las bombas atómicas.
Los científicos nucleares Leó Szilárd, Edward Teller y Eugene Wigner, refugiados judíos provenientes de Hungría creían que la energía liberada por la fisión nuclear podía ser utilizada para la producción de bombas por los alemanes, por lo que persuadieron a Albert Einstein, el físico más famoso en Estados Unidos, para que advirtiera al presidente Franklin D. Roosevelt de este peligro por medio de una carta que Szilárd bosquejó y fue enviada el 2 de agosto de 1939. En respuesta a la advertencia, Roosevelt incrementó las investigaciones acerca de las implicaciones en la seguridad nacional de la fisión nuclear. Después de la detonación sobre Hiroshima, Einstein comentaría: "debería quemarme los dedos con los que escribí aquella primera carta a Roosevelt."

Inicio del Proyecto:
Roosevelt creó una vez Comité del Uranio ad hoc a cargo de Lyman Briggs, entonces jefe del National Boureau of Standards, el cual inició sus investigaciones en 1939 en el Naval Research Laboratory en Washington, en donde el físico Philip Abelson investigó la separación de los isótopos de uranio.

En la Universidad de Columbia, el físico Enrico Fermi construyó prototipos de reactores nucleares utilizando diferentes configuraciones de grafito y uranio.

En 1940 Vannevar Bush, director del Instituto Carnegie de Washington, organizó del Comité de Investigación de la Defensa Nacional para movilizar los recursos científicos de los Estados Unidos hacia el apoyo de las investigaciones orientadas a la guerra.

El Consejo de Investigación de la Defensa Nacional se hizo luego cargo del "Proyecto Uranio", como se conocía el programa de física nuclear, y en 1940 V. Bush y Roosevelt crearon la Oficina de Desarrollo en Investigación Científica con el fin de ampliar estos esfuerzos.

El 9 de octubre de 1941, Roosevelt autorizó finalmente el desarrollo del arma atómica.
Aun en la actualidad, esta por probarse una parte de sus teorias en el Gran Acelerador de Hadrones, con lo cual se podria verificar su Teoria del Campo Unificado, o al menos la Teoria de las Cuerdas, pero su gran invencion fue:La Teoría general de la relatividad,
Teoría de la Relatividad Especial
Movimiento browniano
Efecto fotoeléctrico.

Premios destacados Premio Nobel de Física (1921)
Medalla Copley (1925)
Medalla Max Planck (1929)
Einstein dedicó sus últimos años de trabajo a la búsqueda de una de las más importantes teorías de la física, la llamada Teoría de Campo Unificada.

La búsqueda de Einstein después de su teoría de la relatividad generalizada, consistió primeramente en una serie muchos intentos de generalizar su teoría de gravitación para lograr unificar y resumir las leyes fundamentales de la física, específicamente la gravitación y el electromagnetismo. En el año 1950, él mostró esta "teoría unificada de campo" en un artículo titulado "Encima de la Teoría Generalizada de la Gravitación" (En inglés escrito "On the Generalized Theory of Gravitation") de una famosa revista llamada "Scientific American" (Einstein 1950).

Aunque Albert Einstein fue famoso en el mundo por sus trabajos en la física teórica, fue de a poco aislándose en su investigación, y sus intentos lamentablemente no tuvieron éxito. Persiguiendo la unificación de las fuerzas fundamentales, Albert ignoró algunos importantes desarrollos en la física (pero también los desarrollos en la física lo ignoraron él), esto ha sido notablemente visible en el tema de las fuerzas nuclear fuerte y nuclear débil, las cuales no se entendieron bien sino después de quince años de la muerte de Einstein (cerca del año 1970) mediante numerosos experimentos en física a muy altas energías. Los recientes intentos propuestos por la teoría de cuerdas y las "teorías de supersimetría", muestran que aún sobrevive su ímpetu de alcanzar demostrar la gran teoría de la unificación, la cual unifica las leyes de la física.
Ideología de Albert Eistein

http://youtu.be/8vZNHCp3AKE

Vida y logros de Albert Einsten 

http://youtu.be/9GhWog9l_no

La Ideología de Einstein



ALBERT EINSTEIN - MIS CREENCIAS -





PRÓLOGO

En este volumen recogemos múltiples artículos, notas, conferen­cias, discursos y reflexiones filosóficas de Albert Einstein, que a veces rozan problemas científicos, pero que en su gran mayoría se refieren a tópicos candentes de su época, de la cual la nuestra es una continua­ción. En ello reside el valor de estos trabajos, casi todos breves, aunque sustanciosos. El célebre físico, que pasará a la historia como uno de los hombres más importantes de su tiempo, inició un nuevo período en el progreso de la ciencia con sus audaces teorías. Ciertamente, si bien su modestia lo haya negado, suyo es el mérito de haber inaugurado la era nuclear, pues fue el pionero de la fisión del átomo, descubrimiento que ha abierto un mundo fascinante y riesgoso para nuestra civilización.
Este mismo hecho convirtió a Einstein, consciente del tremendo poder destructivo que las nuevas armas representaban para todo el orbe, en un decidido defensor de la paz, el desarrollo de la cultura y la igualdad y seguridad de los pueblos. Aparece así la faz del humanista que ante la presencia de un arsenal de horror se entrega a la tarea de luchar con pasión en favor de un pacifismo activo, detrás del cual se advierten las inquietudes del sociólogo y del pedagogo.
En estos escritos, todos los cuales se hallan unidos por un hilo conductor: el destino del hombre, preservado para fines más nobles que la aniquilación mutua, y su preocupación por la vida comunitaria, se descubren las profundas conmociones que sacudieron el ánimo del científico en sus últimos años, cuando las nubes de otra conflagración, más cruel que cuantas haya soportado la humanidad, se cernían sobre el horizonte político mundial. La segunda guerra mundial y su trágico fin que llevó al uso de la bomba atómica le anticiparon el enorme peli­gro que amenazaba al planeta y el camino tenebroso en que había de­sembocado la ciencia. El saber al servicio de la muerte, cuando en realidad se lo había concebido siempre como sostén e impulso de la vida.


Si no se reaccionaba con premura ante la grave situación que po­nía en manos de los conductores ambiciosos y de la fuerza bruta un poder siniestro que se le había arrancado a la naturaleza, todo el es­fuerzo acumulado durante milenios y la estirpe humana misma, podían ser arrasados por las radiaciones de energía que revelaba el átomo insondable.
De allí surgió, en efecto, la rebelión humanista. "la obstinación de un inconformismo incorregible", que en Einstein posee las más varia­das manifestaciones de carácter ético más que intelectual. Sus pro­puestas para mantener la paz a todo trance, sus discusiones respecto a las condiciones nacidas con motivo de la revolución científica mono­polizada por el designio belicista tienen en él, sin excepción, un tono dramático. Nada escapa a su perspicaz mirada, aunque no lo vea todo en su conjunto: la instrucción, la cultura, la religión con sus falsos dioses, la mentalidad militarista tan notoria en los EE. UU. de posgue­rra, el socialismo y el acierto de su planificación, el derrotero peligroso asumido por la ciencia, y una aguda crítica al capitalismo, cuya "anar­quía económica es la verdadera fuente de todos los males". Cabe re­cordar a este respecto las cartas en que polemizó con un grupo de científicos soviéticos, en las que con mesura y sinceridad por ambas partes se discutió, entre otros temas, el proyecto del "gobierno supra-nacional", que Einstein propugnaba y consideraba uno de sus esquemas para salvar a la humanidad de la hecatombe, si bien sus interlocutores lo rechazaron de plano. Las partes no se entendieron, por supuesto. Sin embargo, el tono de cada postura sirvió para aclarar posiciones dentro de un nivel intelectual de primer plano.
En otros aspectos de su vehemente defensa de la paz creyó el sa­bio que era indispensable modificar los sistemas de enseñanza, en una referencia directa a los EE. UU. Resultaba el único medio para que la juventud no se habituara a la voz de mando ni aprendiera sólo a com­petir por objetivos deleznables ni a completar la "carrera de los hono­res", según se acostumbra en el mundo burgués. Sostenía que por sobre todas las frivolidades y acechanzas de la educación corriente existía un plano ético insustituíble, al que había que llegar con humildad y talento. La palabra viva, el ejemplo, la capacidad pedagógica es en este terreno lo esencial. Los libros, que no pueden desecharse, vienen en segundo término, pues no pueden superar jamás la aptitud y la influen­cia del educador que ha abrevado en las fuentes de la sabiduría.
Einstein fue el auténtico hombre de ciencia que no desdeñaba la fe, mas ésta no se vinculaba con ningún dogma. Una fibra humanista, que recorre como un álito los diversos escritos aquí ofrecidos, sostenía sus ideas generosas y constructivas, las que por propia confesión, sur­gían espontáneamente ante el espectáculo de una sociedad -la america­na- que parecía empeñarse en destruirlo todo para asegurar el dominio de unos pocos a través del terror. Aceptaba, no obstante, que sus pos­tulados en disciplinas en las que no era especialista -y creyó siempre que el especialista es un ser escindido- eran el producto de un sano empirísmo, que nada tenía que ver con ese vocablo como aparece en distintas escuelas filosóficas.
Sin embargo, hay que destacar que el espíritu de este insigne físi­co mostró preferencia, y ello se comprueba por la lectura de algunas de estas notas, por algunas figuras eminentes del pensamiento y la sabidu­ría universales. Guardó un profundo afecto por un filósofo de su propia raza, cuyo influjo se hizo notar en su tiempo y mucho después: Spino-za, tan apreciado entre los grandes pensadores alemanes de los siglos XVIII y XIX. Este judío, que se rebeló contra su comunidad, ha dejado una impronta imborrable en las tendencias espiritualistas einstenianas, la que puede rastrearse sin esfuerzo en el artículo en que se ocupa de la religión. Einstein fue un espíritu piadoso si se entiende por religión una fuerza ética, que participa del panteísmo del maestro, y que se opone a la Biblia y a la teología. Quizá el físico se colocó más allá de la ciencia en la búsqueda de la fuente en que se asientan el espíritu, el senti­miento, la emoción que alientan al hombre a esclarecer los dilemas que le plantea la vida individual y el contorno social. Todo ello no significa que haya aceptado la concepción de un dios personal, a través del cual, de acuerdo con su opinión, los sacerdotes han impuesto el miedo y la superstición.

También expresó el científico su simpatía por el Mahatma Gand-hi, cuya lucha por el pacifismo de la no violencia le sirvió de paradig­ma. Aquí se unían dos actitudes similares fundadas en principios morales que se atrevían a desafiar al mundo de la fuerza ciega y la prepotencia. Esta hermandad en el esfuerzo sigue siendo el signo de nuestra época, sobre la que pende tal vez con mayor intensidad, el peligro denunciado en su momento y la voz de alerta de los cruzados de la paz, que los intereses creados disimulan y disfrazan con el pre­texto de la seguridad nacional.
Colocado más allá de lo trivial y de las convenciones que obnu­bilan la mente de los hombres, Einstein fue la conciencia viva que clamó en el desierto del egoísmo, de la turbia maleza de la diplomacia secreta y los propósitos dominadores de la política mundial. Y asimis­mo tuvo el coraje civil de acusar a su país de adopción de practicar la doblez y la moderna inquisición y la caza dé brujas en la vida interna de la nación y en las relaciones internacionales con su descarada infil­tración policial.
Unas líneas que escribió sobre el socialismo ético -que figuran en este volumen- prueban su convicción humanista y la necesidad de ordenar la sociedad dentro de los más rigurosos cánones de justicia e igualdad.
Fue un rebelde convencido de su verdad, aunque esto verdad fue­ra un anhelo lejano. Su luz espiritual no ha de apagarse porque su ban­dera no ha sido arriada ni lo será jamás, puesto que hoy es más claro que nunca que la reflexión y la filosofía, como quería Spinoza, son el impulso de la vida y la esperanza.
Recordemos, al pasar, que Einstein había nacido en Ulm, Alema­nia, en 1879, es decir, durante el primer centenario de la Revolución francesa. Además dicha ciudad es conocida en la historia de la filoso­fía, pues se halla asociada al nombre de Descartes, quién pasó en ella una temporada. Allí una noche de noviembre de 1629, según la tradi­ción, tuvo éste tres sueños misteriosos, que según algunos intérpretes preanunciaban la unidad de la ciencia sobre una base espiritual. Un hecho fortuito, carente en efecto de explicación plausible, une a dos hombres ilustres en el campo del pensamiento y de la ciencia. Sacar conclusiones sería aventurado. Sólo nos limitamos a subrayar una coincidencia.



Albert Einstein (UlmAlemania14 de marzo de 1879 – PrincetonEstados Unidos18 de abril de 1955) fue un físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo y estadounidense. Es considerado como el científico más importante del siglo XX. Manuel Alfonseca cuantifica la importancia de 1000 científicos de todos los tiempos y, en una escala de 1 a 8, Einstein y Freud son los únicos del siglo XX en alcanzar la máxima puntuación 1 ; asimismo califica a Einstein como «el científico más popular y conocido del siglo XX» 2
En 1905, cuando era un joven físico desconocido, empleado en la Oficina de Patentes de Berna, publicó su teoría de la relatividad especial. En ella incorporó, en un marco teórico simple fundamentado en postulados físicos sencillos, conceptos y fenómenos estudiados antes por Henri Poincaré y por Hendrik Lorentz. Como una consecuencia lógica de esta teoría, dedujo la ecuación de la física más conocida a nivel popular: la equivalencia masa-energía, E=mc². Ese año publicó otros trabajos que sentarían bases para la física estadística y la mecánica cuántica.
En 1915 presentó la teoría de la relatividad general, en la que reformuló por completo el concepto de gravedad.3 Una de las consecuencias fue el surgimiento del estudio científico del origen y la evolución del Universo por la rama de la física denominada cosmología. En 1919, cuando las observaciones británicas de un eclipse solar confirmaron sus predicciones acerca de la curvatura de la luz, fue idolatrado por la prensa.4 Einstein se convirtió en un icono popular de la ciencia mundialmente famoso, un privilegio al alcance de muy pocos científicos.5
Por sus explicaciones sobre el efecto fotoeléctrico y sus numerosas contribuciones a la física teórica, en 1921 obtuvo el Premio Nobel de Física y no por la Teoría de la Relatividad, pues el científico a quien se encomendó la tarea de evaluarla, no la entendió, y temieron correr el riesgo de que luego se demostrase errónea.6 7 En esa época era aún considerada un tanto controvertida.
Ante el ascenso del nazismo, el científico abandonó Alemania hacia diciembre de 1932 con destino a Estados Unidos, donde impartió docencia en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Se nacionalizó estadounidense en 1940. Durante sus últimos años trabajó por integrar en una misma teoría la fuerza gravitatoria y la electromagnética. Murió en PrincetonNueva Jersey, el 18 de abril de 1955.
Aunque es considerado por algunos como el «padre de la bomba atómica», abogó en sus escritos por el pacifismo, el socialismo y el sionismo.89 10 11 Fue proclamado como el «personaje del siglo XX» y el más preeminente científico por la revista Time.12